viernes, 7 de marzo de 2008

La productora



Mis dos últimas películas fueron producidas por La Milla Films (sí, también es un nombre falso). En La Milla, ubicada en uno de esos pisos señoriales del centro de Madrid, trabajan tres personas; Sole, la secretaria. Enrique, la “mano derecha" y Santiago, el gran JEFE.

Cuando llamas a la puerta de la oficina te abre Sole. Si es la primera vez que vas a La Milla pensarás que es la señora de la limpieza, pero no, es la secretaria (que además también administrará tus futuros, MUY futuros, pagos). Si Sole fuera un personaje salido de Globomedia lo interpretaría Mariola Fuentes. Créanme si les digo que va siempre a trabajar en chandal. Ya sé que la imagen lo es todo y más si la empresa se dedica precisamente a eso, pero si a nadie le parece mal que esta mujer te reciba de la misma forma que saca la basura por las noches, qué vas a decir tú.

Como Santiago nunca te puede recibir en ese mismo momento, a pesar de que haya quedado contigo y tú llegues media hora tarde, esperas en la salita durante un buen rato. La del chandal y tú frente a frente. Sole no tiene picardía ninguna y te pregunta cómo llevas el fracaso de la última peli. - Bueno... teniendo en cuenta que para mí era EL GUIÓN, ese que sin venderte a los argumentos sociales con inmigrantes en patera, me podría haber reportado todos los premios del mundo... el incompetente del director que contratasteis lo destrozó... costó 3 millones de euros, ha recuaduado poco más de 316.000 y que la mayor parte de esa pasta es vuestra porque habéis tenido que comprar entradas para conseguir la subvención del ministerio... pues mira... ehhh... aquí estoy... con un nuevo proyecto que amenace vuestra jubilación.

Yo no sé si les pasará también a ustedes, pero para mí mis películas son algo personal aunque sea el más infecto de los encargos. No puedo evitar sentirme culpable y pensar que aunque la cagada fuera de ellos yo fui el que originó toda aquella ruina que supuestamente se le venía encima a la productora. Y ahí estaba yo... después de la que había liado, aparecía de nuevo por la oficina con una sinopsis de un par de páginas con un príncipe perdido en mitad de una guerra. Tenía la credibilidad por los suelos e intentaba convencerme de que allí no pasaba nada. Esas cosas pasan... ¿Eramos profesionales, no?

El que no lo entendía era Enrique… Enriquito… Enrique es el hijastro de Santiago, que se casó de segundas con una chilena forradísima. Todos conocemos al típico incompetente que trabaja en la típica productora y que como es típico no tiene ni puta idea, ¿verdad? En estas confesiones ese es Enrique. Él no sabía hacer nada en la vida y como el que vale vale y si no pues le ponen de jefe pues eso… Productor ejecutivo de La Milla Films.

Enrique siempre me ha tenido manía. Nunca nos hemos entendido. A él, como buen hijo de papá que nunca ha viajado en metro y que la vez que más cerca tuvo un pobre fue viendo “El diario de Patricia” en su plasma de dos millones de pulgadas, le gustaría hacer cine social… cine DEL BUENO… como el de León de Aranoa o el de Icíar Bollaín. Sin embargo, yo que soy de familia humilde me empeño en hundir la empresa con productos comerciales que puedan llegar a todos los públicos. Soy así… de… banal…

Enrique nunca dio un duro por mi último guión. Yo le decía que ese proyecto iba a multiplicar por 3 su futura herencia… Y la cagué, claro… 316.000 raquíticos euros, ¿recuerdan? Así que cuando la peli se fue a pique en el primer fin de semana, Enrique se alegró al pensar que nunca más me vería por la oficina. Mi optimismo aplastante y mis proyectos comercialoides ya no eran bienvenidos en La Milla.

Pero como Enrique no tiene ni puta idea, me subestimó.

Como buen guionista poseo dos superpoderes: no tengo el más mínimo orgullo y me arrastro como la mejor de las sanguijuelas. Así que allí estaba de nuevo. Dispuesto a ser explotado durante un par de años y ver cómo mi guión era destrozado por las disparatadas propuestas de Santiago y la desidia de Enriquito.

La secretaria deportista interrumpe mis pensamientos. Santiago puede verme y a mí, como siempre, me entra el cague. Sí, vale… tengo dos superpoderes, pero también un talón de Aquiles. Me vendo como el culo. Esa es mi criptonita.


1 comentario:

Anónimo dijo...

Venderse como el culo creo que es la criptonita de casi todos los guionistas.

De ahí que sea necesaria la figura de un representante como en USA.

Por lo menos es lo que comenta casi todo el mundo, y en curso de guión se suele decir.

Me gusta el blog.

:)

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